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La sostenibilidad como elemento de ventaja competitiva, más si cabe en tiempos de incertidumbre

La sostenibilidad como elemento de ventaja competitiva, más si cabe en tiempos de incertidumbre

Las organizaciones deben actuar proactivamente para estar preparadas tanto para las normativas aplicables como para las demandas del mercado

En un contexto geopolítico polarizado, algunas empresas están reduciendo sus esfuerzos por avanzar en sostenibilidad. Sin embargo, más allá de su obligatoriedad, la sostenibilidad es hoy más que nunca un factor estratégico esencial para el crecimiento y la resiliencia empresarial.

En Estados Unidos, el triunfo del gobierno republicano parece haber identificado la sostenibilidad como uno de los obstáculos para el desarrollo socioeconómico, debido probablemente a consideraciones ideológicas más que a evidencias de mercado. En este sentido, ha emitido recientemente varias órdenes que impactan negativamente en la energía eólica, la promoción de la diversidad y la igualdad, y la permanencia de EE UU en el Acuerdo de París, entre otras medidas.


En Europa, paralelamente, la Comisión Europea presentó en febrero de este año dos propuestas para simplificar las obligaciones de reporte en sostenibilidad. Una de ellas propone retrasar dos años la aplicación de la Corporate Sustainability Reporting Directive (CSRD), conocida como “Propuesta Stop the clock”. La otra, denominada “Propuesta Substantive proposal”, busca reducir el alcance de las empresas sujetas a la CSRD, elevando los umbrales de aplicación a grandes empresas con plantillas promedio superiores a 1.000 empleados. Es una dinámica de acción-reacción.

No negaré que no lo recordaré como uno de los mejores días profesionales de mi vida, y seguramente de muchos, pero con una perspectiva más calmada, estoy convencido de que es un movimiento estratégico necesario ante el nuevo contexto geopolítico, la sobre-regulación prevista en Europa en materia de sostenibilidad y las grandes dificultades que enfrentan las organizaciones para cumplir en el corto plazo.

Con el reloj detenido, ya veremos cómo termina, pero es importante recordar que la regulación actúa como un catalizador, aunque no es el principal motor de la transformación empresarial. La presión social y de los grupos de interés sobre temas de sostenibilidad sigue en aumento. Los fondos de inversión sostenibles, respaldados por su rentabilidad, han crecido de forma exponencial en los últimos años, aunque recientemente a un ritmo más lento en ciertos mercados, por razones evidentes. Los consumidores y empleados exigen cada vez más transparencia y responsabilidad a las empresas con las que interactúan. Fue precisamente en respuesta a estas demandas que surgieron tanto la antigua -aunque aún vigente- Directiva sobre Información No Financiera (NFDR) como la CSRD.

Es importante no olvidar que las principales grandes empresas –y muchas de menor tamaño– llevan aplicando criterios de sostenibilidad desde mucho antes de la existencia de esta normativa. Las razones siguen siendo las mismas: la sostenibilidad está intrínsecamente ligada al negocio. Incorporar criterios sostenibles en la estrategia empresarial permite anticipar y gestionar mejor los riesgos, así como aprovechar las oportunidades derivadas de un modelo más eficiente y con capacidad para generar valor, no solo para los accionistas, sino también para todos los grupos de interés. Cuanto mayor es el valor generado, mayor es la capacidad de atraer, reconocer y ganar la confianza de los grupos de interés hacia la organización y su marca. Dicho de otro modo, gestionar la sostenibilidad fortalece los vínculos empresariales, beneficiando al negocio.

La regulación, por supuesto, debe establecer reglas básicas de mercado. Sin embargo, cumplir con las normas no constituye un elemento diferenciador. En este sentido, normas como la CSRD no deben entenderse únicamente como una obligación o estructura de reporte, sino también como un marco de gestión empresarial que promueve una toma de decisiones más informada y una planificación estratégica sólida. Al igual que los datos financieros, los datos de sostenibilidad deben convertirse en herramientas de gestión, y no en un fin en sí mismos.

Independientemente de los cambios regulatorios a corto o mediano plazo, las empresas que queden fuera del nuevo umbral propuesto por la CSRD seguirán teniendo obligaciones –aún por definir– como parte integral de la cadena de valor de las grandes empresas.

Más allá de la normativa, las empresas que integren la sostenibilidad en su estrategia tendrán más oportunidades de generar valor dentro y fuera de la organización, ya sea accediendo a fuentes de financiamiento y nuevos mercados o ganándose la confianza de los grupos de interés. El camino hacia la sostenibilidad es irreversible. Con las negociaciones aún en marcha, las organizaciones deben actuar proactivamente para estar preparadas tanto para las normativas aplicables como para las demandas del mercado.

Sigo creyendo que, en el futuro, las empresas serán responsables o no serán empresas. Este alto en el camino es una pausa necesaria para coger impulso.

La realidad es que la sociedad, y especialmente las generaciones más jóvenes, están firmemente comprometidas con la sostenibilidad. Estas generaciones liderarán la inversión, financiación, administración y gestión de organizaciones y, en última instancia, establecerán las reglas del mercado. Salvo que las encuestas mientan de manera sistemática, está claro que el modelo económico del futuro está basado en la sostenibilidad.

Porque la sostenibilidad no se trata solo de cumplir con la normativa, sino de resiliencia y negocio.

Fuente: cincodias
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